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De la Educación a Distancia a la Educación en Línea.

Libro | 2014 | Por — 

Equipo PENT 
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Prólogo 

Por Mariano Palamidessi

«El sistema no se identifica con su tecnología, sino con sus ideales, y hacia allá se desvía la reflexión» Niklas Luhman

La educación ya no es lo que era. Antes de la difusión global de las computadoras, antes de internet y de las redes sociales, un buen tiempo antes, la educación ya no era lo que había sido. La educación es cómplice en la gestación de aquello que le duele, porque su extensión temporal, su democratización y sus metamorfosis forman parte inseparable del complejo infocomunicacional, de la sociedad-mundo y de la individuación contemporánea.

Cada vez más omnipresente, y bajo muy diferentesrostros, la educación se va adhiriendo a las líneas de la duración de la vida de los individuos, al modo de un proceso continuo y desigual, pero ubicuo y en expansión permanente. Bajo la forma del «plan abierto» y recombinable, los procesos formativos tienden a alejarse de los patrones de la disciplina clásica, materializando nuevas formas de transmisión y difusión cultural y nuevos patrones de comunicación y socialización.

Multiforme, la era del aprendizaje avanza así corroyendo los enclaustramientos temporales, espaciales y temáticos y debilitando la dominación simbólica de las instituciones de la enseñanza y del profesor.

Frente a ello, pululan y se ofrecen miles de dispositivos, proveedores de soluciones tecnológicas o «parches» para los viejos programas educativos. No obstante, no existen recambios seguros; no hay garantías ni procesos autoejecutables que brinden un suelo firme para un hacer social complejo y de largo aliento. No es posible «enchufar y usar» sin más, en ningún caso. El cambio social no viene con prospecto preciso que indique las contraindicaciones y las formas de paliarlos ni con un manual de uso que indique los procedimientos Prólogo «El sistema no se identifica con su tecnología, sino con sus ideales, y hacia allá se desvía la reflexión» Niklas Luhmantécnicos adecuados a las nuevas circunstancias. Por eso, la educación debe hacerse cargo de las nuevas libertades —y los múltiples riesgos y sinsabores— que esta sociedad-mundo en mutación le ha impuesto.

Hay mucho por aprender.

Pero la solución no es «la» tecnología. Una tecnología que funciona no asegura necesariamente éxito, esto es, un mejoramiento de los rendimientos educativos. Y esto es así porque la tecnología nunca es reducible a un problema técnico, en el sentido de una mera instrumentación de metas establecidas. El problema se complica porque —reiteradamente— elestablishment educativo tiende a considerar a la tecnología como un objeto que no es digno de reflexión; un simple medio. Pero se trata de un error fatal. La disponibilidad de opciones tecnológicas expresa siempre un desarrollo posible (futuro) para cualquier sistema social, frente al cual corresponde preguntarse cómo se pueden afirmar nuevos espacios de autonomía y creatividad para que un sistema se renueve y sus comunicaciones «hagan sentido» (en nuestro caso, las relaciones pedagógicas, o las materias a trabajar). En ese camino, experimentar las nuevas posibilidades tecnológicas constituye una tarea clave para avanzar en una reflexión fructífera sobre las nuevas tareas que el cambio social le ha impuesto a los sistemas de educación y a los educadores.

Sucede que, si las cosas pueden (ahora) ser de un modo u otro, si podemos enseñar esto o lo otro, si nuestra enseñanza puede ser aceptada (o no), tenemos entonces muchas más cosas que «procesar» y decidir que antes. No hacerlo, o sea, no asumir que hay opciones que «están ahí» (y que no podemos hacer como si no existieran) y que hay que decidir, no deja las cosas como estaban. La estabilidad del mundo (de la vida en las aulas, o de los contenidos) no es una opción que podamos garantizar por el solo hecho de cerrar los ojos o insistiendo simplemente sobre un viejo entendimiento, procedimiento, valor o emblema. En definitiva, el no-poder-hacer-sentido emerge inevitablemente allí donde no logramos movilizar energías en nuestras apuestas pedagógicas.

En este escenario, muchas vecesla tarea de losformadoresse refugia en un ejercicio terapéutico, en el consuelo o la huida melancólica frente al dolor de ya no ser. Otras, se abandona para imaginarse instrumento útil o funcional a las señales de otros sistemas articuladores de la vida en sociedad (el mercado, la política, los medios de comunicación). Mientras nuevasformas de ser-docentes no terminan 14de nacer, el crecimiento de los flujos comunicacionales sin un centro dador de sentido refuerza ese sentimiento de pérdida y de sinsentido de la tarea de educar. Lo cierto es que la educación ya no puede desplegarse en condiciones de encierro y uniformidad simbólica, pero tampoco puede confiar en que un nuevo astro-Rey emergerá y ordenará de arriba a abajo las razones, las materias y las relaciones pedagógicas. Lidiar y «hacer sentido» en el desorden del mundo es, en definitiva, un tópico o asunto básico del proceso educativo contemporáneo.

La irrupción de «las» tecnologías nos recuerda —ya de modo evidente— que los educadores hemos sido arrojados a este mundo marcado por la contingencia y el tener-que-decidir.

Este libro cuenta un modo de asumir muchos de los desafíos planteados. En sus diferentes capítulos se describe el proceso realizado durante diez años por el equipo del Proyecto Educación y Nuevas Tecnologías de la FLACSO Argentina y sus aprendizajes lidiando con prácticasinéditas, con lenguajes en ebullición, con fronteras y fundamentos que se mueven aquí y allá. En su accionar, este grupo humano puso en práctica la idea de que —para afirmar el rol de la educación en un siglo XXI— es necesario experimentar y zambullirse en nuevas formas de pensar, imaginar y “hacer funcionar” los procesos educativos… y que hay pocas brújulas que brinden coordenadas precisas para tomar decisiones.

Por eso, este libro no es un producto elaborado desde las alturas de un observatorio de tendencias, ni se pensó como un ejercicio académico urdido en la seguridad que suelen brindar las citas de autoridad.

Se trata aquí de una experiencia práctica de laboratorio; al menos, de loslaboratorios de que disponemoslos educadores cuando dejamos de pensar nuestras circunstancias, teorías y herramientas como si fueran solamente parte de un ritual protector. El PENT es producto de un espíritu lúdico y experimental. Y este libro esla puesta en palabras de esta experiencia, amasada en innumerables ejercicios de imaginación, diálogo, prueba y ajuste. Aquí, el equipo del PENT ofrece una codificación de esa experiencias, un quantum de conocimientos modelados en función de un hacer que asumió riesgos para ofrecer ahora a los lectores la tarea de reflexionar y, a su vez, poner en (su) juego aquello que lee.

Capítulos

  • La Educación en Línea ya está en edad de merecer. | Fabio Tarasow
  • Dispositivos tecnopedagógicos para enseñar: ¿El diseño en la Educación en Línea? | Gisela Schwartzman, Fabio Tarasow y Mónica Trech
  • Diseño de desarrollos tecnopedagógicos: el desarrollador web y el trabajo en equipo. | Christian Milillo
  • Experimentación en el trabajo con materiales didácticos. | Gisela Schwartzman y Valeria Odetti
  • Claves de la tutoría en línea: la discreta medida de la justa intervención. | Graciela Caldeiro, Natalia Fernandez Laya, Monica Trech y Corina Rogovsky
  • Dinámicas colaborativas y tensiones de la EeL. | Graciela Caldeiro
  • Ruta Personal de Aprendizaje: abriendo caminos para la evaluación en línea. | Gisela Schwartzman, Monica Trech y Virginia Jalley

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