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Evaluaciones antifrágiles: ideas para docentes en tiempos de inteligencia artificial.

Opinión — 7 de Abril de 2025

En una publicación anterior utilicé la metáfora de la manada de elefantes para describir la fuerza con la que irrumpen los desafíos de la evaluación en la era de la IA. Podría seguir recurriendo a metáforas porque el tema, lejos de agotarse, se expande y se complejiza a medida que los algoritmos se vuelven más sofisticados. Sin embargo, la solución no pasa por intentar detectar el uso de IA con tecnologías, como si se tratara de un simple problema técnico. Ese enfoque no solo es insuficiente, sino que evade la raíz del asunto: esto es, ante todo, un problema pedagógico.

Pero, ¿y si dejamos de verlo como un obstáculo y lo asumimos como una oportunidad? ¿Suena a autoayuda? La irrupción de la IA no sería una amenaza sino una “bendición disfrazada”, porque nos obliga a replantear preguntas fundamentales: ¿Qué quiero que mis estudiantes aprendan? ¿Qué serán capaces de hacer con ese conocimiento? ¿Cómo puedo evaluar su aprendizaje de manera significativa? Estamos, sin duda, en el corazón de un debate pedagógico que exige repensar, reubicar y rediseñar las actividades y los procesos de evaluación. Gracias a los vastos recursos que ofrece la pedagogía, ¿es posible diseñar actividades que no solo resistan el uso de la IA sino que puedan mejorar gracias a ella?

Esto me lleva a pensar en el concepto de una “evaluación antifrágil”, inspirado en la idea de Nassim Taleb, quien define a un sistema antifrágil como aquel que no solo resiste el caos sino que se fortalece con él. Por ejemplo, el sistema inmunológico se fortalece cuando es expuesto a distintos agentes patógenos y se debilita si se mantiene en ambientes demasiado estériles. Del mismo modo, el aprendizaje humano también puede considerarse antifrágil, ya que el error lo potencia y lo perfecciona.

Una actividad de evaluación antifrágil, entonces, sería una actividad que no solo evita ser resuelta fácilmente por la IA sino que se beneficia del intento de utilizarla, impulsando a los estudiantes a desarrollar habilidades más profundas. Una evaluación antifrágil no se ve fácilmente amenazada por la capacidad de la IA para resolverla. Es decir, no se trata de “protegerse” de la IA con restricciones, sino de incorporarla como un elemento que enriquezca el aprendizaje y la evaluación.

El desafío es enorme. Es como un doble salto mortal pedagógico hacia atrás, donde la evaluación sea auténtica (vinculada a los contextos reales de uso de los conocimientos), que, al mismo tiempo, dificulte la resolución directa con IA y, en última instancia, pueda enriquecerse con su uso. Se trata de una meta a lograr pero, en el camino, podemos empezar a tener en cuenta algunos criterios que nos ayuden a lograr evaluaciones antifragiles. 

  • Evaluaciones auténticas: Diseñar actividades vinculadas con contextos reales donde los conocimientos adquiridos se pongan en práctica.
  • Énfasis en el proceso y la observación: Considerar todo el trayecto de aprendizaje y no solo el resultado final, registrando avances a través de observaciones docentes y autoevaluaciones de los alumnos.
  • Evaluaciones basadas en la actividad: Incorporar juegos y experiencias prácticas como métodos para evaluar las múltiples dimensiones del conocimiento: cognitiva, social, emocional y física.
  • Uso de portafolios: Compilar distintos productos que evidencien la evolución del aprendizaje y permitan a los estudiantes reflexionar sobre su propio proceso.
  • Debates, discusiones y presentaciones orales: Fomentar el desarrollo de la argumentación y debates con el fin de estimular el pensamiento crítico.
  • Localización del aprendizaje: Adaptar las evaluaciones a realidades específicas y cercanas a los estudiantes: la escuela, la clase, la comunidad.
  • Análisis de fuentes: Promover la investigación y la contrastación de información para desarrollar criterio y discernimiento.
  • Pensamiento estratégico y adaptación: Diseñar actividades donde los estudiantes deban reaccionar ante imprevistos o reformular sus estrategias sobre la marcha.

Como docentes, estamos frente a un desafío que exige creatividad y reflexión. Diseñar actividades auténticas de evaluación y, al mismo tiempo, lograr que el uso de la IA no solo no las debilite sino que las fortalezca, es un reto complejo. Por suerte, no estamos solos en este camino: podemos apoyarnos en la tecnología, dialogar con nuestro propio copiloto digital “la IA” y apoyarnos en los conocimientos de la pedagogía para construir juntos nuevas formas de evaluación.

Esta perspectiva pone de manifiesto que el objetivo final no es simplemente la adquisición de información sino el desarrollo de mentes críticas y creativas. ¿Cómo podemos diseñar experiencias evaluativas que realmente fortalezcan el pensamiento crítico? ¿De qué manera podemos utilizar la IA como colaboradora en el proceso de evaluación y no como antagonista? ¿Estamos preparados para abrazar esta nueva realidad donde el valor ya no está en la información sino en su procesamiento y aplicación?

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